10 de septiembre de 2024
La sociedad en su conjunto está siendo parte de una de las mayores transformaciones que la industria
automotriz ha vivido en su historia, tras su irrupción hace prácticamente 120 años atrás. La tecnología,
el crecimiento demográfico, el calentamiento global e incluso la inteligencia artificial son variables que
han tomado parte en el creciente auge de los vehículos eléctricos, demostrando que esta industria está,
ahora más que nunca, en constante evolución y crecimiento.
La representación más tangible de esta revolución en la industria se conoce como CASE, sigla que contiene conceptos como Vehículos Conectados (C), Autónomos (A), Servicios Compartidos (S) y Eléctricos (E). Esta reinterpretación de la movilidad es la respuesta del sector para conciliar el crecimiento del parque automotriz con las necesidades que tienen las ciudades por descarbonizarse. Por cierto, la electromovilidad representa una arista fundamental dentro de esta transformación.
En Chile, las ventas de unidades eléctricas han tenido un crecimiento sostenido. Si bien estas
representan una cifra todavía reducida, al ser levemente superior al 1% del total de las unidades
vendidas en lo que va del año, este es un fenómeno que va en franco avance. El parque de vehículos
eléctricos se ha multiplicado en los últimos años y dentro de los responsables se encuentra el transporte
público a través del sistema RED, la distribución de última milla que tiene a diversos actores en modo
cero emisiones y en los dos años más recientes, la notable contribución de usuarios particulares a través
de los vehículos de pasajeros.
Lo anterior ha llevado a los diversos actores de esta industria a hacerse cargo de las nuevas necesidades de los usuarios de este tipo de vehículos. Ha sido necesaria la creación de un ecosistema que responda a estos nuevos requerimientos y desarrollar nuevas habilidades. El desafío es titánico porque abarca múltiples sectores, partiendo por la industria automotriz, que es protagonista; también es necesaria la participación del sector público con políticas que permitan la promoción de esta tecnología. También es necesario involucrar a las empresas energéticas y proveedoras de cargadores; o los centros educacionales, compañías de seguro, personal de emergencias y primeros auxilios, entre muchos otros.
Esta nueva forma de movilidad nos entrega la maravillosa oportunidad de transformar para bien esta
industria y hacerse cargo de los nuevos paradigmas de la sociedad, hoy cada vez más consciente y
preocupada por su entorno. Sin embargo, hay desafíos que en el corto plazo debemos abordar y que
tienen que ver con la infraestructura de carga, que debe responder a las necesidades de los usuarios en
cuanto a disponibilidad y al servicio de esta transformación, tanto en Santiago como en regiones.
Es imposible desconocer todo lo que se ha hecho. Sin embargo, es tarea de todos los actores seguir
avanzando en la democratización de la movilidad sostenible. Con un mercado que día a día incorpora
más marcas y modelos eléctricos, es imperativo que sigamos desarrollando este ecosistema, del cual
somos parte y del que nos hemos hecho cargo con nuestros más de 2.500 vehículos circulando a lo largo
del país. Los usuarios deben sentirse seguros de adoptar la electromovilidad y ser parte de esta
revolución. Más infraestructura de carga y mayores rangos de autonomía en los vehículos serán la clave
para acelerar en la ruta hacia la movilidad sostenible en Chile.